Arte sin excusas.


Cualquier cosa puede ser una buena escuca para dar rienda suelta a nuestro talento.

Cualquier cosa puede ser una buena excusa para dar rienda suelta a nuestro talento.

Antes de escribir cualquier otra idea quiero detenerme a hablar un poco acerca de una de las cosas más fastidiosas, dolorosas, pedantes y a veces insoportables que hay, y que bien creo puede haber atormentado a la humanidad desde el nacimiento de las primeras civilizaciones, los primeros órdenes y hasta los primeros atisbos filosóficos; y no es en broma; tal vez hace miles de años un humano como yo puede haberse planteado las mismas preguntas, incluso haber dado las mismas respuestas, con la diferencia de que yo no quiero que las mías pasen al olvido.

Los muebles, cajones, repisas, camas, sillas y mesas parecen haber sido hechos, todos ellos, con un único fin, y ese es masacrar, apuñalar, golpear, macerar, machacar y torturar hasta la cúspide del umbral del dolor a los pequeños e indefensos dedos del pie. De ahí que nazcan cosas como el futbol, sus antecesores y afines, como expresión infinita y artística del enojo que necesitan desfogar los impotentes “deditos” del pie.

El dolor de dichos atentados contra la integridad de los dedos se me parece mucho a la taras y a esas barreras autoimpuestas que amamos; a esas frustraciones de las que nos enamoramos y que atesoramos y exhibimos como estandartes, recordándome mucho a una maravillosa ilustración de Neil Gaiman llamada “Make good art” en la que muestra como una frustración, una muralla imposibe, un río escalofriante al que no se puede vadear, un problema sin solución aparente, una injusticia o un infortunio pueden terminar siendo las condiciones propicias para crear arte.

Ese golpe en el dedo se parece a la situación en la que esperamos tener que sufrir un mal episodio, a tener un estorbo en el camino, el acabar mal un proyecto o  sufrir una desilusión para empezar a imponernos un guión de tragedia griega (mas no épica) o una novela romántica del siglo XXI donde es el dolor, la supuesta inferioridad y la desdicha la que nos produce el placer, la que se convierte en excusa y en justificación quita-responsabilidades para todo, se convierte en una tragedia que atesoramos, guardamos y exhibimos con orgullo y hasta con la frente bien en alto, representando lo que pasa con golpe en el dedo pequeño del pie, donde nos quejamos y se vuelve incluso más doloroso mientras tengamos quien escuches nuestro sufrimiento, nuestros lamentos, quien pueda compartir nuestro dolor, quien se apiade de nosotros; más todo esto acaba siendo más simple cuando estamos solos y debemos aceptar el hecho, el dolor; parece que mientras más dueños de nuestras vidas y mientras más control tengamos de ellas, menos escandaloso es el asunto. Lo que me hace pensar en lo valioso que es el saber superar y el buscar caminos, el reconocer cuando, como y por que compartir las cargas, las tristezas, las alegrías, los éxitos y las desdichas; pero ¿quién quisiera menos escandalo y más control cuándo esto implica directamente más responsabilidad?

A veces ni las tristezas propias, ni las alegrías deben ser cargas innecesarias para otros; pienso en las decencias absurdas de fingir felicidad, y a veces la simular tristezas y fabricar nubes negras, y si bien el consuelo de ver el apoyo del otro puede ser necesario, a veces la integridad emocional y la libertad pueden serlo más.

Tal parece que pocos excepto aquellos que veo retratados en las viñetas de Neil, y aunque no conozco sus motivos para expresar tales ideas si reconozco la pasión y la admiración que despiertan en mi, las ilusiones que dibujan, las preguntas que originan y los acertijos que iluminan y eso me lleva de nuevo a otra pregunta: ¿No será ese deseo constante por lograr algo, por llegar a algún lugar, por responder “esa” pregunta, por ilustrar o comunicar una idea lo que nos lleva a hacer buen arte? ¿Podrá haber un arte vacío?

Son preguntas que por el momento no están claras para mí, pero que por lo menos si vislumbran el camino, como saber que un golpe en los dedos del pie como el que acabo de tener hace unos momentos, puede ser revelador; mostrando que el pensamiento, las ideas, las palabras y lo que expresan no están sujetas a una ley estricta e ineludible; que la inspiración, el arte y lo hermoso pueden provenir de cualquier lugar y casi cualquier condición, que no se trata de esperar un golpe de suerte, ni ensimismarse en la desdicha o buscarla, pero si de aprovechar la vida que tenemos; la vida como espejo y reflejo, como enigma y respuesta, como vida misma.

Nota: A pesar de la alta carga “estética” que querido tener en este escrito, a pesar

de todas esas ideas al parecer “utópicas” que he desarrollado sin gran detalle, a pesar de la pobreza argumentativa de este texto, me doy el lujo y hasta el descaro de admirar como un simple golpe y una aparente desdicha pueden engendrar decisiones de lo más

nobles, sin decir que esta lo sea y sin insinuar que las circunstancias, la vida y los momentos son divisas.

Agradezco a todos mis lectores por su tiempo y los invito a comentar y a compartir esta entrada, espero publicar más usualmente y a cada vez dar más de lo que tengo y a decir más de las pocas cosas valiosas que se me ocurren.

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